Hace más de tres años llegué a trabajar a Caritas del Perú. En aquél tiempo, tenía que iniciar un programa de generación de ingresos para las personas menos favorecidas económicamente basado en la actividad eco -turística.
El término “actividad ecoturística” estaba siendo muy utilizado y también era el tiempo en que las organizaciones sin fines de lucro en Perú empezaban a poner atención en otro tipo de actividades económicas para conseguir mejores sus condiciones de vida.
Pero, ¿cómo podríamos llamar a este tipo de turismo sostenible que busca el cuidado del medio ambiente, la equidad y, fundamentalmente, la mejora en las condiciones de vida de todo ser humano?
Sin duda, la dimensión social es una premisa que se puede utilizar en toda actividad, no sólo la turística. Su inserción en el mundo del turismo busca promover una forma de viaje que permita colaborar con el desarrollo de los seres humanos que habitan en el lugar que se visita. Así que nace el Turismo Solidario.
Esta mezcla de turismo y solidaridad permite conjugar una actividad netamente económica, que era entendida como el ocio ejercido por una élite frívola e incapaz de relacionarse con poblaciones locales muchas veces en condiciones infrahumanas; con un valor, la solidaridad, la misma que es ejercida básicamente en actividades no lucrativas en tiempos de guerra o catástrofe, que más parece hoy un eslogan que una práctica común. Hablar de “turismo solidario” hace unos años, hubiese sido imposible.
Sin embargo, hoy las personas hemos cambiado. La manera en que ejercemos la ciudadanía con proyección de responsabilidad social, que incluye una dimensión ecológica, ambiental, de salud y en definitiva de ejercicio pleno de derechos fundamentales, nos permite encontrar dentro de nuestro tiempo de ocio un respeto y una preocupación por los demás.
Cada vez que alguien visita un lugar, además de apreciar los atractivos turísticos físicos, puede vivir experiencias enriquecedoras a través de los seres humanos maravillosos que habitan dicho espacio.
Muchas veces hemos sido turistas solidarios sin darnos cuenta. Quizá, cuando hemos comprado alguna artesanía local o utilizado algún servicio ofrecido por los pobladores. Este tipo de turismo no se opone a ningún tipo de turismo sostenible pero si está opuesto a aquél turismo que lo único que busca es generar una separación entre las poblaciones locales y los visitantes, utilizando a los pobladores únicamente como mano de obra barata sin pensar en las mejores condiciones de vida para ellos, ni su desarrollo personal como seres humanos.
Utilizar servicios directos de la población local o exigir a nuestros operadores turísticos que los utilicen y sean parte de la cadena productiva, es también una forma de exteriorizar el turismo solidario. Ello es parte de nuestra iniciativa.
Alguna vez usted, en su condición de visitante o turista, se ha puesto a pensar cómo su viaje está contribuyendo al desarrollo de un país. ¿Ha pensado si ha formado parte de esta corriente? Si nunca reflexionó sobre ello, esperamos que luego de leer este artículo se lo plantee.
Para una familia del poblado Cuipari en la selva peruana, alquilar una de sus habitaciones acondicionadas para recibir visitantes en 10 dólares diarios incluyendo las comidas puede generar ingresos superiores a los que obtiene con una semana de trabajo, ¿puede, entonces, imaginar el impacto de su visita?
Gina Ruiz Caro Rothgiesser*